
Lupa de Oro para Valeria Solís! En “El hombre que trepaba” el Dr. Watson explica: Nuestras relaciones mutuas en esa última etapa eran muy especiales. Holmes era hombre de rutinas, de rutinas limitadas y concentradas; yo era una de esas rutinas suyas. Como institución, era yo igual que el violín, el tabaco fuerte de hebra, la vieja pipa ennegrecida, los volúmenes de índices y otras menos disculpables quizá. Cuando se trataba de casos que requerían moverse activamente y en los que se necesitaba un compañero en cuyo temple podía él confiar hasta cierto punto, mi papel saltaba a la vista. Pero, aun fuera de esos aspectos, yo le servía. Yo era la piedra de afilar en la que se aguzaba su inteligencia. Yo le estimulaba. Le gustaba pensar en voz alta estando yo delante. No se podía decir que sus observaciones iban dirigidas a mí (muchas de ellas podían ir dirigidas lo mismo que a mí a su cama); pero, una vez adquirida la rutina, le agradaba hasta cierto punto que yo tomase nota y que interviniese. Si esa especie de lentitud metódica de mi mentalidad le irritaba, esa irritación servía únicamente para que sus llamaradas de intuición y sus impresiones estallasen con mayor viveza y rapidez. Ése era el humilde papel mío en nuestra alianza. Foto: Sherlock Holmes: un icono cultural